Llevamos ya un mes del segundo año de convenio con ERE incorporado. A fecha de 16 de enero, se han desvinculado de Telefónica un total de 2875 personas a nivel estatal, según datos de la empresa. Esta destrucción de empleo, progresiva e inexorable hasta el momento, repercutirá directamente en la organización y distribución de la actividad, y en nuestras condiciones de trabajo en general. Es hora de hacer un balance colectivo. Tenemos que discutir en qué momento nos encontramos y qué camino tomar.
Un compañero puso un ejemplo. Si somos 50.000 personas en una plaza, no nos desaloja nadie. Si sólo quedamos 5.000, corremos un grave peligro de ser rodeadas por la policía, apaleadas y finalmente, desalojadas. La plantilla de Telefónica se puede asimilar a la plaza ocupada por manifestantes. En 1992, éramos casi 75.000 personas ocupando la plaza. A día de hoy, después del ERE, van a quedar apenas 20.000. Y bajando.
Paralelamente al progresivo vaciado de Telefónica se da un fenómeno inédito pero totalmente lógico (con la lógica que nos considera mercancía). Surgen como setas decenas de empresas, contratas y subcontratas llenas de personas muy parecidas a nosotros, que trabajan en lo mismo, para el mismo patrón final, sólo que en un conglomerado artificioso de subcontratación. Empresa a empresa, no dan para llenar ni una plazoleta, a lo sumo una rotonda. Pero sumadas todas las personas que están dispersas, alcanzan el nivel de plantilla que tenía Telefónica aquel año olímpico que creíamos que el mundo iba a ser una arcadia feliz.
Esta fragmentación de las plantillas que trabajan para un mismo patrón no lleva más que a la miseria y al desastre anunciado a las mismas. Quienes quedamos en Telefónica, observamos como cada día que pasa somos menos y la dirección de la empresa se atreve, poco a poco, a empujarnos a un lado, a movernos de un sitio a otro, a sancionarnos por motivos diversos, a coartar nuestra libertad de expresión. Van preparando el terreno, y la opinión pública, para un desalojo definitivo y drástico de estos pesados, inoportunos, carísimos y protestones trabajadores y trabajadoras.
Mientras tanto, el leit motiv del asunto, es que las personas que trabajan subcontratadas están incomunicadas y divididas porque tienen un convenio diferente (el del metal) pese a que trabajan de lo mismo que nosotras y nosotros, no pueden protestar igual (son poco personal en cada subcontrata), la plantilla no puede ponerse tan pesada, han de ser más dóciles y como consecuencia, salen mucho más baratos.
Conforme en Telefónica se van marchando, las y los subcontratados notan cómo aumenta la presión sobre sus hombros, y cómo derechos que creían derechos, no son más que caramelos que ahora te doy, ahora te quito, porque ya no lo necesito. A su vez, en Telefónica sentimos que la presión a la baja sobre las condiciones del resto de las y los trabajadores, acrecienta, incentiva y reafirma la política de seguir despidiendo, y ahora ya calibran hacerlo directamente, sin el engorroso trámite de prejubilar, para qué, si ya nos los podemos cargar de un plumazo y aquí ya nadie se cree que se pueda hacer nada para evitarlo.
El presidente elegido para salvar al país ha dicho que aquí no se prejubila ya ni cristo, al revés, que va a retrasar la edad de jubilación más allá de los 67, con lo que nos tememos, quienes aun quedamos en Telefónica, que nuestra jubilación va a ser un ideal al que nos acercaremos sin alcanzarlo nunca. No quieren que nos jubilemos, nos quieren parados o muertos, que las y los jubilados cobran, leñe.
Pues bien, algunas personas, tanto de Telefónica como de las subcontratas hemos pensado que en el fondo estamos del mismo lado y podemos ser aliadas. Nos parecemos demasiado como para no estar juntas. Trabajamos para el mismo patrón, hacemos ricos a las y los mismos sinvergüenzas, (Alierta, Zaplana, Urdangarín, Isidre Fainé…)… ¿pues por qué no les sacamos los colores, poniéndonos de acuerdo y les decimos que su pompa y boato, su lujoso estilo de vida, están construidos sobre nuestro trabajo, sobre nuestra explotación y miseria, sobre todo lo que nos roban?
Resulta que este año, el World Mobile Congress se vuelve a celebrar en nuestra ciudad de los prodigios. La ciudad que es capaz de encarecer el transporte colectivo al mismo tiempo que una grandísima parte de nuestras y nuestros conciudadanos se quedan sin posibilidad de pagarlo.
En esta feria (le llaman Congreso, como si fuera un Templo, cuando en realidad se llenará de mercaderes), querrán explicar al mundo lo bien que le va a las Telecomunicaciones, lo necesarios que son para la felicidad de la gente, y lo responsables, optimistas, sostenibles y modernos que son quienes se forran con el invento.
Pues hemos quedado en ir a aguarles un poco la fiesta. No podremos ir en metro ni autobús porque los trabajadores y trabajadoras de TMB, han convocado huelga contra la subida del precio del transporte, y contra la subcontratación que padecen, y contra los millonarios sueldos de los cargos políticos de TMB. Caramba, qué coincidencia.
Pero los y las trabajadoras de Telefónica, ITETE, Cotronic, STC_Intelsis, Elecnor… tenemos una cita el 27 de febrero. Vamos a manifestarnos contra la destrucción de empleo en Telefónica y contra la precariedad en las Contratas y subcontratas. Vamos a trabajar para que nos vuelvan a tener miedo y no se atrevan a echarnos de una patada en el culo. Vamos a trabajar para que la gente de las empresas pequeñas se pueda juntar, organizar y defender de estos tiburones.
Nos veremos el 27, 28, 29 de febrero y el 1 de marzo, frente al palacio de congresos de Barcelona, para manifestarnos contra la voracidad multinacional de las empresas de Telecomunicaciones. Aún no sabemos como lo haremos, pero tendrá que ser flash-mob, pancartas, caretas, y hasta una guillotina.
¿te lo vas a perder?
EL 27 DE FEBRERO A PARTIR DE LAS 14 HORAS,
EN LA SALIDA DEL CONGRESO EN PLAÇA ESPANYA.
SÚMATE A LA INDIGNACIÓN.